-A ver, a ver ¿qué carajo estamos haciendo, Mayra? ¿Te has puesto a pensar que así como estás no podrás ni apretar el gatillo? Creo que ni pararte puedes.
jueves, 22 de marzo de 2012
En este mundo los penes sobran
-A ver, a ver ¿qué carajo estamos haciendo, Mayra? ¿Te has puesto a pensar que así como estás no podrás ni apretar el gatillo? Creo que ni pararte puedes.
lunes, 11 de octubre de 2010
TESTIGO VIVENCIAL
Dejar de especular sobre el viento que sopla no a mi favor
Quiero perder la razón en un intento de suicidio mental
Para no pensar más en ti
Escasos segundos separan las huellas de tu alma con la mia
Instantes pocos y casi nada
Quiero no murmurar con mi penitencia que te reclama
Quiero no hacer llama en esta candela que se apaga
Quiero ser correspondida aunque tenga tu partida antes que tu bienvenida
Escasos centímetros de distancia y escasa mi fuerza al saberte en otra morada
Poco o nada es casi lo mismo
Y yo con mis latidos no palpito ni tu reloj
Quiero no hacerte caso en ninguna circunstancia
Y quiero demorarme más al responder cuando escuché tu voz a la distancia
De nada sirven los intentos si a cuenta gotas vives merodeando en mi pensamiento
De nada vale que me acueste de madrugada si al levantarme en la mañana estarás
En mi mente
Quiero no mirar mas allá de lo que puedo ver contigo
Quiero no hacerme cargo de este testigo vivencial que espanta mis sentidos
Quiero no sacudir el temblor que afronta mi cuerpo cuando te veo
Pero es necesario respirar aunque sea cinco segundos
Quiero perder la razón en un intento de suicidio mental
Para no pensar más en ti
Escasos segundos separan las huellas de tu alma con la mia
lunes, 13 de septiembre de 2010
Caminito al cielo (Parte II)
Una sombra tenue le relleno la espalda. Luego, se dibujo una esfera en el asfalto. Panchito volteó asustado. Palideció. Hol...Hola, Tiburón. ¿Qué tal? ¿Todo bien? ¿Cómo va el negocio? El macizo personaje se aproximó a Francisco y con actitud intransigente le fijó unos ojos perturbadores. A medida que el sujeto se acercaba a Francisco, su mirada languidecía. El delgado joven tembló y de un salto trató de evitar los ojos inquisidores de aquel elefante enano. Una línea de sudor cayó por la mejilla izquierda delatándolo.
El tiburón le alcanzó la mano. Panchito no sabía si ese gesto era un saludo o una cobranza. Otra línea de líquido le atravesó la cien y se descolgó en el mentón. Respondió con miedo al gesto acercando la palma sudada, pero el tipo estalló en risas al ver su respuesta. ¿Por qué sudas huevonazo? ¿Te estás meando de miedo por la cabeza? Já, crees que vengo a decirte ¿qué tal compadre? Díme huevón ¿Dónde esta mi merca? Mi encargüito...Francisquito. El joven sintió una insignificante chispa de ira. Odiaba ese diminutivo. Su perverso padre lo llamaba así cada vez que lo amedrentar ante la familia Salazar. Por eso huyó. ¿Dónde compraste mi paquetitos, Francisquis? Discúlpame tiburón, lo olvide, respondió F. Cómo que lo olvidaste. ¿Acaso crees que tengo tiempo de sobra, animal?, respondió la colosal figura. Pero, ya estoy yendo. Regresaré al toque y te lo entrego, Samuel. Los ojos del descomunal hombre brillaron en la calle y la escuálida figura de Francisco volvió a retroceder. ¿Cuantas veces te repetí, enano, que no me llames por mi nombre? Díme ¿Cuantas?, bramó el escualo de piernas cortas.
Francisco rodeo a la mole hablante y corriendo dijo que lo vería esta noche. Mientras sus palabras se perdían entre las carcajadas del tiburón, pensó en la chica bonita. Deseo que lo sacara de su propia mierda. Deseo que ella le pusiese los huevos en lugar correcto, como decía la abuela hace años mientras F lloraba sobre la bicicleta: Pon los huevos en la boca, aprieta y pedalea niño majadero. Así, tal vez. Era tiempo de no tener miedo. Era momento de no llorar más por mi soledad. Al menos, por ese momento, la chica bonita me da una fuerza extraña. No muchas, pero, ¿para qué sirven los sueños? Para tenerlos arriba. Bien arriba, donde nadie pueda tocarlos. Y uno, desde el fondo de la escalera, anhele alcanzarlos con cada escalón. F siguió corriendo mientras proseguía con monologo cerebral. Al otro lado de la ciudad, unas chicas repasaban sus vestiduras en el armario para la fiesta de la noche. Se reían alucinadas frente al espejo. Ambas en su viaje sicodélico marcaban el destino de Francisco. El lugar a donde llegaría.
Mefistófeles a las puertas del cielo (Parte I )
martes, 24 de agosto de 2010
AMOR ZETA [RELATOS]
Para no involucrarla, o mejor dicho, para que no se sienta involucrada y ultrajada, por haber tomado su caso como ejemplo, le pondremos como nombre Z, pero no necesariamente porque sea la última letra del abecedario y eso implique menos importancia, no, simplemente porque su verdadera identidad justamente comienza con zeta.
No recuerdo exactamente quién inicio la conversación, pero sí recuerdo en algo el sub Nick que acompañaba su simpático Nick donde solo dejaba leer su nombre con espontáneos y alegres retoques que le daban vida a unas letras que de por si son más que frías proviniendo de un insulso cuadrado que nos acerca un poco y nos hace la comunicación en ciertos aspectos más fluida. La ventana del msngr.
Comencé como de costumbre a molestarla, proporcionándola de piropos, a la opinión de ella, un poco tontos, pero que le producen cierto rubor escondido en ánimos de risa.
“Ok. Fuera de las bromas y todo ello, que pasa, sabes que puedes confiar en mí porque eres mi pata”
Ella de inmediato respondió a mi bondadosa inquietud con un tierno “ohhhhh que linda” y sonrió con esos iconos que te hacen pensar que los gestos virtuales pueden alegrarte el alma. Siguió con su respuesta. “el amor es solo hormonas”. Gran frase, “no quiero saber nada del amor, es una mierda, ¿sabes lo que es estar sola más de un puto año?, pucha a veces por la chacota y los amigos una se muestra contenta, pero en realidad no siempre es así, todos son iguales”.
Atenta a lo que escribía, iba imaginando todo lo que a sus escasos 21 años había pasado y lógicamente por todo lo que aún le falta experimentar.
Mi respuesta era casi simultánea.
No todas las personas son iguales, es cierto que hay muchos que se creen pendejos, pero también hay gente que quiere de verdad y no pendejea, hay gente que de verdad se enamora.
Esa fue mi respuesta, pero mi reflexión es la siguiente: a todos los seres humanos racionales (hay algunos que no razonan) les pasa lo mismo, incluso a los que no tienen esa facultad de raciocinio. En mi vida amorosa he pasado exactamente por lo mismo que Z, he llorado mares por algún amor loco que me llenó la cabeza cuando adolescente, he sentido en carne propia lo que es el engaño, la mentira, la falsedad y el abuso exagerado de la palabra te quiero cuando no lo sienten.
Pero eso te enseña, en ocasiones te reconforta y te devuelve a la vida sana y salva, fresca y con ganas de seguir enamorándote de lo que de verdad vale la pena. ¿Quién ha dicho que no se sufre cuando se ama? Esa regla es inexistente en estos tiempo de bohemia y frenesí, si vas a amar a alguien hazlo bien, de lo contrario no le jodas el tiempo a la otra persona, pero si te equivocas al elegir disfruta del equivocado mientras encuentras el indicado, las reglas están puestas, solo úsalas.
No, “!todos son hormonas!” me respondió, obviamente se refería al sexo, mas no al amor, a que los hombres todo lo ven tirar y que muy pocos (por no decir ninguno) se enamoran.
Lo cierto es que Z tenía una posición bien marcada con respecto al enamoramiento y a las cosas locas que trae consigo ese sentimiento. Y no es que yo aun siga creyendo en que los pajaritos vuelan y las estrellas en el cielo solo brillan cuando estás flechado, sino al contrario, trataba de hacerla sentir del todo bien, o al menos un poco mejor para que no siga creyendo en eso de las hormonas.
La conversa se había alargado por casi más de veinte minutos, lo que me contaba me resultaba interesante, pero mi consigna esa noche era salir en busca precisamente de lo que Z huía, el amor.
Se lo dije pero me respondió alegando que mi argumento era muy cursi, “bueno, me voy en busca del amor”. Me despedí en primera instancia.
Respondió: “hay que cursi eres, en busca del amor”, repitió, obviamente esa frase fue solo un decir, un chispazo fulminante en mi mente, yo no iba a buscar a nadie con ese nombre: amor, no, solo salía en son de catarsis y mas nada. Para ese momento yo ya lo tenía planeado, (justo había venido a visitarme una amiga a la cual denominaré R) y de pronto siendo domingo coincidimos en que debíamos salir por unas horas a ver cómo estaban las frías calles de la ciudad, salimos con la consigna de ver a alguien de la que semanas atrás habíamos quedado prendidas por su exuberante y tierna belleza a la vez, combinación perfecta que encajaba a tono con su delgada figura. Pero esa historia, es otra.
Me despedí de Z escribiéndole que la quería mucho, que ya no piense en esas cosas tontas y que se cuidara, al inicio de la conversación habíamos brindado, ella con un vaso con algún licor que no recuerdo y yo con un vaso con agua que R me alcanzó de la cocina, salud, por el amor aunque nefasto en ocasiones, te alegra y te contenta la vida cuando verdaderamente te llega.
martes, 17 de agosto de 2010
SE ME OCURRIÓ [POEMA]
"UN VERSO ES EL PRÓLOGO AL BESO"
Dedicado a todos los que no han perdido la fé.
Se me ocurre en esta noche presurosa
que sus labios no son otra cosa más que el rocío matutino, de inmediato ruborizo mis mejillas porque en mi sueños, usted está conmigo acariciando mi tristeza de una manera calurosa.
Se me ocurre, pero no por error si no más bien porque así lo quiero, que los besos
jueves, 12 de agosto de 2010
La mancha en el cuerpo de K
Abrió la llave de la ducha, y de un sobresalto, le asustó el frío matutino. Asomó temerosa por la ventana una luz suavecita. Sabía que Daniel le vigilaba con lujuria. Pero, para sus cansinos 80 años de roedor era casi una labor titánica levantar esa nariz rosácea. Ni el ruido del agua al caer lo levantó de su escondite entre rizos de madera. Una figura desnuda salió sin cerrar la puerta para que el ratón despertase de una buena vez. Katrina se envolvió dentro de la sábana y las gotas rodaban moribundas hacia cada poro de algodón. Ese día no se afeitó nada. Quería mantenerse natural. Quedarse con el aroma de él. De él. Nombre curioso para un sujeto que sólo vio una vez y, que quizás, nunca volvería a ver. Eran las 9 de la mañana, pero ella, ya fumaba un porro. Salió de prisa con el cabello suelto y mojado. Con el ceño fruncido, atisbando todo a su alrededor. Buscándole un sentido a los pasos. El ladrido de Toby le taladro el aspecto adusto y las ondas de vodka en su estómago se agitaron haciéndola tambalear. ¿De quién pudo ser aquellas manos tan suaves? ¡Perro de mierda!. El can continuó con el concierto de gruñidos tras la reja.
Recorrió la avenida en silencio, tratando de evitar a los odiosos vecinos que regaban los moribundos jardines. Para ella, ese acto siempre le pareció algo estúpido. Darle agua a un grupo de tallos y hojas. ¿Acaso los vecinos no entendían que el mugroso de Toby al final del día destrozaba todo con una vehemencia diabólica? Además, ¿Qué tipo de vecino le pone de nombre a un perro enjuto y desdentado, Toby? Desgraciado pulgoso. Ya me las pagarás lo de la otra noche. En el carro, Katrina cubrió las marcas de resaca con unas enormes gafas.
En la última fila de la línea B yacía una joven de 18 años con el cabello como cola de caballo, una cinta negra cruzándole el borde de la frente y el inicio de sus castaños rizos atados. El cuello diáfano invitaba a pecar sobre las siluetas libres y encorvadas. Y seguramente, por alguna razón divina, sus hombros y demás partes restante fueron cubiertos por esa mancha negra. Un polo oscuro con inscripciones borrosas le abrigaba los hombros y terminaba ensuciando lo magnifico de sus caderas. El apartado de cuerpos (inútilmente colocados en ese lugar) dificultaba ver el resto. Quizás, existieron unos yines azules. O negros. Esos también, seguramente, ensuciaron sus perfectos muslos. No lo sé. ¿Lo sabré? Diablos. Aquí debo bajarme.
Katrina miraba con desgano el venir de las casas enladrilladas. Cuando regresó en sí, bajó raudamente del bus casi a empujones. En la puerta de descenso golpeó sin ver a un muchacho flaco y de barba hirsuta. No se disculpó. Una vez abajo, decidió quitarse los lentes del rostro. Su mano derecha abanicó por dentro el bolso. Encontró otras gafas. Eran más enormes. Había sol, pero no calentaba. La joven se colocó las otras y en un instante adoptó el perfil de estrella pop británica. Caminaba contorneándose. Cimbreando los pliegues con sensualidad, pero sin querer llamar la atención de nadie. Empezó a fumar con desesperación. Tal vez pudo ser confundida como dama de compañía. Pero, era seguro que al primer incauto le voltearía la cara. El cielo se llenaba de nubes y cada rayó de sol moría lentamente. K parecía cansada. No tenía a donde ir. Al menos no por ese entonces.
Observó que de la acera de enfrente, cruzaban varias monjas cabizbajas. Como si continuasen una oración eterna. Hace tanto que no pisaba la capilla. No recordaba el francés y el olor rancio de sor Juliette. No supo más de ella desde el verano del noventa. Aquel estío en que Sofí besó a la negrita y corrío como si hubiese matado a alguien. ¿Tanto tarda mi vieja? ¿Cómo cree que pagaré la renta de la habitación? La tarde agonizaba en sus colores violetas entrantes al rojo morado óxido citadino. Sentada al borde de la vía, el sonido de un auto la sacó de su ensimismamiento. Del Audi r8 bajó una dama con prendas claras. Despedía una fragancia a flores que, seguramente, nunca vería retoñar capullo alguno en tierras tan tenaces como estas. Katrina se acercó y la señora en el acto soltó un papel. K lo cogió en el aire mientras intentaba decir algo, pero la mujer ya había regresado al lado del fornido hombre en el volante. El crujido del bólido fastidió a K que, con los ojos clavados en la parte trasera del auto, sonreía. Adiós, mamá. Que hoy te follen bien. Que yo, también, intentaré conseguir lo mismo. Descolgando la cartera del hombro, buscó el celular y marcó con facilidad el numeró de F. ¿Aló Ferni? Sí…Claro…Sí, llama al tiburón… ¡OBVIO! Trae todo, enana.